Likutey Moharán I 31



El principio general es que el anhelo y el deseo por algo sagrado es extremadamente valioso. Pues mediante ese anhelo se hace llegar a la existencia a un alma que subsecuentemente se actualiza a través del habla. Esa alma surge y es reencarnada. A veces esa alma sagrada le llega a una persona malvada y encarna en ella, por lo que esa persona experimenta pensamientos de arrepentimiento y puede enmendar su camino. 

También sucede lo contrario. ¡Cuánto mal produce el anhelo por algo que no es bueno, Hashem no lo permita! Pues el alma que llega a la existencia como resultado de los malos anhelos reencarna ocasionalmente en el Tzadik y puede hacerlo pecar, Hashem no lo permita. Todo esto se encuentra descrito en el versículo, “Hay un hevel (aliento o vacuidad) que sucede en la tierra, por lo cual hay Tzadikim a quienes les sucede de acuerdo a las acciones de los malvados y hay malvados a quienes les sucede de acuerdo a las acciones de los Tzadikim” (Eclesiastés 8:14)

En otras palabras, “hay un aliento” de la boca del cual surgen las almas y, por medio de ello, “hay Tzadikim a quienes les sucede de acuerdo a las acciones de los malvados”, por lo cual el alma producida por los malos anhelos entra en los Tzadikim y los hace tener pensamientos de pecado. Esa alma puede en verdad hacer que el Tzadik peque, Hashem no lo permita, o es posible que éste la pueda rectificar. 

De la misma manera, “hay malvados a quienes les sucede de acuerdo a las acciones de los Tzadikim”, por lo cual la persona malvada experimenta pensamientos de arrepentimiento cuando le llega un alma santa creada por los buenos anhelos. Ahora bien, la persona malvada puede estropear esa alma sagrada o el alma puede inducirla a enmendar su camino. Todo esto es el fenómeno de la transmigración de las almas que son generadas por el habla y que luego reencarnan en el mundo.

Rebe Najmán de Breslov

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