Zohar- Bereshit



En la iniciación, la decisión del Rey hizo un trazo en el fulgor superior, una lámpara de centelleo, y allí surgió en los nichos impenetrables del misterioso ilimitado un núcleo informe incluido en un anillo, ni blanco, ni negro, ni rojo, ni verde, ni de color alguno. Cuando tornó las medidas, modeló colores para mostrar adentro, y dentro de la lámpara surgió cierto efluvio, que abajo llevaba impresos colores. 

El Poder más misterioso envuelto en lo ilimitado, sin hendir su vacío, permaneció totalmente incognoscible hasta que de la fuerza de los golpes brilló un punto supremo y misterioso. Más allá de ese punto nada es cognoscible, y por eso se llama Reschit (“Comienzo”), la expresión creadora que es el punto de partida de todo. Está escrito: “Y los inteligentes brillarán como el esplendor del firmamento, y aquellos que justifican a muchos, como las estrellas por siempre jamás”. 

Había efectivamente un “esplendor” (Zohar). El Más Misterioso golpeó su vacío, e hizo que este punto brillara. Este comienzo se extendió entonces e hizo para sí un palacio por su honor y gloria. Allí sembró una simiente sagrada que hubo de generar para beneficio del Universo y a la que puede aplicarse la expresión de la Escritura: “La santa simiente es mi tronco”

Nuevamente hubo Zohar, en el que sembró una simiente para su gloria, exactamente como el gusano de seda se encierra en un palacio de su propia producción, que es a la vez útil y hermoso. Así, por medio de este “comienzo” el Misterioso Desconocido hizo su palacio. Este palacio es llamado Elohim, y esta doctrina se halla contenida en las palabras “por medio de un principio creó a Elohim”. 

El Zohar es eso de lo cual fueron creadas todas las expresiones creadoras a través de la extensión del punto de ese esplendor misterioso. No hemos de sorprendernos por el empleo de la palabra “creó” en esta conexión, dado que luego leemos: “Y Elohim creó al hombre a su imagen”. Otra interpretación esotérica de la palabra Bereschit es la siguiente. El nombre del punto de partida de todo es Ehyeh (“Yo seré”). 

El nombre sagrado cuando se halla escrito a su lado es Elohim, pero cuando está inscripto entre uno y otro Ehyeh, es Ascher, el oculto y recóndito templo, la fuente de lo que místicamente se llama Reschit. La palabra Ascher (es decir, las letras Alef, Schin, Resch de la palabra Bereschit) es el anagrama de Rosch (“cabeza”), el comienzo que surge de Reschit. Así cuando el punto y el templo fueron firmemente establecidos juntos, Bereschit combinó el Comienzo supremo con la Sabiduría. Luego el carácter de este templo cambió, y fue llamado “Casa” (Bayt)

La combinación de eso con el punto supremo que se llama Rosch, da Bereschit, que es el nombre empleado mientras la casa estaba inhabitada. En cambio, cuando fue sembrada con simiente para hacerla habitable, fue llamado Elohim, oculto y misterioso. El Zohar era oculto y retraído, mientras el edificio estaba adentro y para producir, y la casa se extendió solamente como para ofrecer alojamiento para la simiente sagrada. Antes de que hubiese concebido y se hubiese extendido lo bastante para ser habitable, no se llamó Elohim, y todo estaba incluido aún el término Bereschit. 

Después de que adquirió el nombre Elohim produjo descendencia de la simiente puesta en ella. ¿Qué es esta simiente? Consiste de las letras grabadas, la fuente secreta de la Torá, que salió del primer punto. Ese punto sembró en el palacio ciertos tres puntos vocales, jólem, schurek y jírek, que se combinaron entre sí y formaron una entidad: la Voz que salió de su unión. Cuando esta Voz surgió, surgió con ella su consorte, que comprende todas las letras. De ahí que esté escrito: “Et haschamaim (“los cielos”), es decir, la Voz y su consorte. Esta Voz, indicada por la palabra “cielo”, es el segundo Ehyeh del nombre sagrado, el Zohar, que, de esta manera, incluye todas las letras y colores. En este punto las palabras: “El Adon Nuestro Elohim, Adonay (Yheh Elohenu YHVH) representan tres grados correspondientes a este profundo misterio de Bereschit bará Elohim

Bereschit representa al misterio primordial; Bará representa la fuente misteriosa de la cual se expandió todo. Elohim representa la fuerza que sostiene todo abajo. Las palabras et haschamaim indican que las últimas dos no han de ser separadas y son juntos varón y hembra. La palabra et consiste de las letras Alef, Tav, entre las cuales se incluyen todas las letras, por ser la primera y la última del alfabeto. Y luego se agregó de modo que todas las letras pudiesen ligarse a Hé y esto dio el nombre a atah (“Tu”); de ahí que leamos: “y Tu (ve-atah) los conservas vivos a todos”. Et, a su vez, se refiere a Adonai (“Señor”), que es así llamado. Haschamaim es YHVH en su significación más elevada

La palabra siguiente, ve-et, indica la unión firme de masculino y femenino; también alude a la denominación ve-YHVH (“y el Señor”), y las dos explicaciones llegan a lo mismo. Ha-aratz (la tierra) designa un Elohim que corresponde a la forma más elevada para producir fruto y fructificar. Aquí este nombre se encuentra en tres explicaciones y por tanto el mismo nombre se ramifica hacia varios lados. Solamente hasta ese punto se extienden las alusiones al Más Misterioso que modela y construye y vivifica de manera misteriosa, a través de la explicación esotérica de un versículo. 

De este punto fluye bará schit “él creó seis”, desde el fin del cielo hasta el otro fin, seis lados que se extienden desde la suprema esencia mística, a través de la expansión de la fuerza creadora de un punto primario. Aquí fue inscripto el misterio del nombre de cuarenta y dos letras. “Y los inteligentes brillarán” 

Este “brillar” corresponde al movimiento que los acentos y notas imprimen a las letras y a los puntos vocales que les obedecen y les siguen, como tropas a sus reyes. Las letras son el cuerpo, y los puntos vocales son el espíritu animador, y juntos mantienen el paso con las notas y llegan con ellas a un alto. Cuando el canto de las notas avanza, marchan detrás las letras con sus puntos vocales, y cuando el canto se detiene, también ellas se paran. Así, aquí: “los inteligentes” corresponde a las letras con sus puntos vocales; “el brillo” corresponde a las notas; “el firmamento” corresponde al fluir del canto a través de la sucesión de las notas; mientras que “aquellos que se dirigen a la justicia” corresponde a las notas de pausa que detienen la marcha de las palabras y ponen de manifiesto claramente su sentido. Esas “hacen brillar” a letras y vocales, de modo que todas fluyen juntas a su propia manera mística por sendas secretas. Desde este impulso se extendió el conjunto. 

Igualmente, las palabras “y los inteligentes brillarán como el esplendor del firmamento” pueden referirse a las columnas y los zócalos del “palanquín celestial” (Apeiryon). Los “sabios e inteligentes” como los pilares y zócalos supremos, dado que ponderan con comprensión todas las cosas necesarias al sostenimiento del palacio. Este empleo del término “inteligentes” (maskilim) tiene su paralelo en el pasaje: “Bendito es aquel que considera (maskil) a los pobres”. “Ellos brillarán”, pues si ellos no brillan y alumbran, no pueden considerar bien y ponderar las necesidades del palacio. “Como el esplendor del firmamento”, es decir, de ese firmamento que descansa sobre esos “inteligentes” que hemos mencionado y de los que está escrito: “Y sobre la cabeza de la Jayá estaba el aspecto de un firmamento como el color del hielo terrible”. “El esplendor” es lo que ilumina la Torá y que también ilumina las cabezas de la Jayá (“bestia”); esas cabezas son los inteligentes, que brillan siempre y por siempre contemplan “el firmamento” y la luz que de allí sale, es decir, la luz de la Torá, que irradia sin cesar, perpetuamente. 

 Continuara...

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