Zohar Bereshit Parte VI- “Y dijo Elohim, que las aguas fluyan”.



La palabra “fluyan” (Yikavvu) implica que ellas habían de seguir en una línea (Kav), como para tomar una senda recta. Pues del primer punto místico el Todo
sale en secreto, hasta que alcanza, y es reunido, al Palacio superior. De allí sale en línea recta a los otros grados hasta que llega al lugar que reúne al conjunto en una
unión de varón y hembra: esta es la “Vida de los mundos”.

Las aguas”: esto es, aquellas que salieron desde lo alto, de debajo de la superior.

De debajo del cielo”: esto es la Vav menor (de aquí que la palabra Yikavvu lleva dos Vavs, una para “el cielo” y una para “para el cielo”).

En consecuencia: “Que aparezca tierra seca”.
Esta es la inferior. Esto es descubierto concluimos por inferencia a lo que es no descubierto.

A un lugar”: llamado así porque es aquí que el conjunto del Mundo Superior es vinculado en uno solo.
Está escrito: “El Adón (YHVH) es Uno y su nombre es Uno”
Aquí se indican dos unificaciones, una del Mundo superior en sus grados, y una del Mundo inferior en sus grados.
La unificación del mundo superior se consuma en este punto. La vida de los Mundos fue firmemente basada aquí y a través de su unidad el Mundo superior fue ligado, como conjunto, y por eso se lo llama “un lugar”.
Todos los grados y todos los miembros fueron aquí reunidos y se hicieron en él uno sin ninguna separación; no hay grado alguno en él que se hallen abarcados en una unificación, salvo éste. En él, también, todos ellos se cobijan en un deseo. En este grado el Mundo descubierto se une con el no descubierto. El mundo descubierto significa de manera similar abajo, y, de hecho el Mundo
descubierto es un mundo inferior. De ahí que expresiones tales: “Yo vi al Adón”, “Y ellos vieron al Elohim de Israel”. “Y la gloria del Adón apareció”, “Así fue la aparición del esplendor en torno; fue la aparición de la
semejanza de la Gloria del Adón”.

Este es, también, el sentido interno de las palabras, aquí: “Y que aparezca tierra seca”. A lo mismo se refieren las palabras: “Mi arco lo he puesto en la nieve”, es decir, desde el día en que fue creado el mundo. En el día nublado, cuando el arco, “la aparición de la semejanza de la gloria del Adón”, apareció, la Izquierda emergió poderosa. Entonces: “Raquel salió y tuvo dolor en el
alumbramiento”. Con ella aparecieron Mijael a un lado, Rafael al otro, y Gabriel a un tercero, siendo estos los colores que aparecieron en la “semejanza”.
De ahí que “la aparición del esplendor en torno”, es decir, la radiación que se halla escondida en la pupila del ojo se vuelve “la aparición de la semejanza de la gloria del Adón”.

Es decir, que son colores correspondientes, de modo que la unidad inferior se forma en correspondencia con la unidad superior. Esto es lo que significa la fórmula:
“El Adón nuestro Elohim, el Adòn”
Los colores misteriosos y no descubiertos que se hallan ligados “en un lugar” forman una unidad más elevada; los colores del arco abajo, en el que se unen blanco, rojo y amarillo, corresponden a esos otros misteriosos colores, forman otra unidad que significa la fórmula: “Y su nombre es Uno”.
Además, la fórmula: “Bendito sea el nombre de la gloria de Su reino por siempre jamás” significa la unidad inferior, mientras que a la unidad superior la significa
la fórmula: “Oye, Israel, el Adón nuestro Elohim, el Adón es Uno”. Estas formas se corresponden y en el original hebreo tienen cada una seis palabras.

“Que la tierra produzca pasto, hierba,...”

A esta orden la “tierra” hizo avanzar un ejército a través de esas aguas que se habían reunido en un lugar y corrió misteriosamente a través de él, de modo que salieron en él seres celestiales y existencias sagradas escondidas que son
sostenidas y mantenidas y constantemente renovadas por los fieles de entre la humanidad mediante el culto que ofrecen a su Amo. Este misterio lo indica el versículo: “Quién hizo que el pasto brotara para la Behema” (ganado), etc.

Esto se refiere a Behemot, que se agazapa en mil montañas y para que esas montañas produzcan cada día lo que aquí se llama “pasto”, con lo que se quiere significar los seres angelicales cuya existencia es efímera y que fueron creados en el segundo día como alimento destinado para ese Behemot, que es “fuego que consume fuego”.
El salmista continúa, “y hierba para el servicio del hombre”, donde “hierba” indica los órdenes angélicos llamados Ofanim (“ruedas”), Jayot (de “figura de
animal”) y Querubim (“querubines”), los cuales todos son sostenidos, mantenidos y confirmados toda vez que seres mortales vienen a rendir culto a su Amo con sacrificios y plegarias, en lo que consiste el “servicio del hombre”, y como ellos son fortalecidos en virtud de ese servicio del hombre, brota alimento y sostén para el mundo, como está escrito: “para producir pan de la tierra”.
Lo mismo se halla implicado en las palabras “hierba que trae simiente”. Pues “pasto” no trae simiente, sino que solo se destina para alimento del fuego sagrado, mientras que “hierba” ayuda a mantener el mundo.
Todo esto tiene como propósito “producir pan de la tierra”, es decir, proveer, en virtud del servicio que
a su Amo ofrecen seres humanos, alimento y sostén de la tierra para este mundo, de manera que puedan descender sobre la humanidad las bendiciones celestiales.

“Fruto que trae fruto”.
Un grado encima del otro, combinándose varón y hembra. Exactamente como árbol de fruto produce la multitud de árboles que traen frutos, así los últimos, a su turno, produjeron “Querubines y Pilares”.

“Pilares” son los que suben en el humo de los sacrificios y derivan su fuerza de ahí; por eso se los llama “Pilares de humo”, y todos ellos existen permanentemente para el “servicio del hombre”, mientras que el “pasto” no tiene permanencia pues está destinado a que se lo consuma como alimento, como está escrito: “Observa ahora a Behemot, lo que Yo he hecho de ti; él comió pasto
como un buey”.

Las palabras “árbol de fruto que trae fruto” indican la forma en combinación del varón y la hembra. Sus rostros son “como el rostro de un hombre”, pues no son como los Querubines; tienen rostros grandes cubiertos de barbas, mientras que los Querubines tienen rostros pequeños como los de los niños pequeños.

Todas las formas se hallan comprendidas en éstas, porque son “rostros grandes”.

En ellos hay trazadas formas como los rasgos del Nombre Divino en los cuatro puntos cardinales, Este, Oeste, Norte y Sur.
Mijael está impreso en el Sur y todos los rostros se dirigen hacia él, así “el rostro de un hombre... el rostro de un león... el rostro de un buey... el rostro de un águila”.
“Hombre” implica la unión de masculino y femenino, sin la cual el nombre “hombre” (Adám) no se aplica.
Por él se hallan formadas las figuras del Carro de
Elohim , como está escrito: “(en) el carro de Elohim hay miríadas de miles de Schinan (“ángeles”)”;
la palabra SCHINAN expresa por medio de sus iniciales todas las figuras:

La Schin; está para Schor (“Buey”);
la Nun para Nescher (“Águila”);
y el Alef para Aryeh (“León”);
y la Nun final representa por su forma al hombre, que camina erecto y que místicamente combina masculino y femenino.

Todos estos miles y miríadas de ángeles salen de los simbolizados por el nombre Schinan y desde esos tipos divergen en sus varios grupos, cada uno a su lado
pertinente.
Todos estos cuatro están entrelazados y entretejidos en otros; así, buey, águila, león, hombre. Su actividad está dirigida por cuatro nombres grabados, a los que ellos ascienden para contemplar.

“Buey” asciende para buscar guía y visión en el rostro del “Hombre”. Aquí asciende con él cierto nombre coronado y grabado en dos formas místicas que representan al nombre El (Hashem). Luego vuelve y el trono lo graba y traza para
estar ahí impreso para estar bajo la guía de este nombre místico.

“Águila” asciende para buscar guía y visión en el rostro del “Hombre. Allí asciende con el águila otro nombre, que está coronado y grabado en dos formas místicas, para brillar y ascender y ser coronado en lo alto.
Esto representa el atributo “Grande”. Luego vuelve y el trono lo graba y se halla impreso allí para estar bajo la guía de este nombre místico.

“León” asciende para buscar guía y mirar en el rostro del “hombre”. Otro nombre asciende con él y es coronado y grabado en dos formas místicas para ser dotado con fuerza y poder, que representa el atributo “Poderoso”. Vuelve y el trono lo graba y se halla impreso allí para estar bajo la guía del nombre místico.

“Hombre” los contempla a todos, y todos ascienden y lo contemplan. Así todos ellos se hallan grabados en esta forma en el nombre místico conocido como “Tremendo” (Norá).
Así, está escrito acerca de ellos: “Y la semejanza de sus rostros es como es rostro del hombre”. Todos ellos están abarcados en esa semejanza, y esa semejanza los abarca a todos. En virtud de todo esto, el Santo, Bendito Sea, es llamado el Grande, Poderoso y Tremendo Elohim, pues estos nombres se hallan grabados arriba en el Carro superior que está comprendido en las cuatro letras del
Tetragrama que es el nombre que los comprende a todos. Estas semejanzas están grabadas en el trono, y el trono está decorado con ellos, uno a la derecha, uno a la izquierda, uno al frente y uno atrás, correspondientes a las cuatro direcciones del mundo.

El trono, cuando asciende, es estampado con estas cuatro semejanzas.
Estos cuatro nombres superiores llevan el trono y el trono es está comprendido en ellos y recoge una cosecha de deseos anhelantes. Cuando ha reunido estos deseos, desciende con su carga, como un árbol cargado de ramas por todos lados y llenas de frutos. Tan pronto como desciende, esas cuatro semejantes aparecen en sus varias formas emitiendo centelleos brillantes que arrojan simiente sobre el mundo.
De ahí que está escrito:
“Hierba que trae simiente”, porque arroja simiente sobre el mundo. Pero del surgir de la semejanza del hombre, que comprende todas las otras semejanzas está escrito: “Árbol de fruto que trae fruto según su especie, cuya simiente está en él sobre la tierra”. No produce simiente, salvo para propagación. El término “en él” debe subrayarse.
Nos enseña que el hombre no ha de emitir su simiente en vano. A esto se refiere la palabra “verdor”, que no “trae simiente”, y por eso no tiene permanencia como los otros, pues no posee ninguna semejanza que pueda modelarse y grabarse de alguna manera.
Tales cosas se muestran como vanas; para desvanecerse; no han adquirido forma y semejanza y no tienen permanencia; sólo existen por un momento y luego se
consumen en el fuego que devora fuego y continuamente son renovadas y devoradas.


El hombre aquí abajo posee una ideal forma y semejanza, pero no es tan permanente como esos seres superiores. Estos se hallan formados en su propia figura, sin que nada exterior la modifique. De ahí que son incambiables, mientras que el hombre abajo asume forma a través del medio de un envoltorio exterior.
De ahí que dura pasajeramente, y cada noche el espíritu es despojado de esa vestidura y asciende y es consumido por ese fuego que consume, y luego retorna a su estado anterior y vuelve a tomar la misma figura anterior.
De ahí que no tiene la misma permanencia que esas formas superiores. Y con referencia a esto está
escrito: “Nuevo cada mañana”, es decir, seres humanos que cada día se renuevan. La razón es ese “Grande es tu fidelidad”: grande, de seguro, pues puede sostener a todas las creaturas del mundo y comprenderlas a todas, por igual a las de arriba y a las de abajo. Es de extensión infinita, absorbe todo y no se vuelve más lleno. A esto se refiere el versículo: “Todos los ríos corren al mar; y el mar
no está lleno...”. Entran en el mar y el mar los recibe y no se llena y luego los restaura a su estado anterior. De ahí que “grande es tu fidelidad”.

Con respecto a este (tercer) día está escrito dos veces “que era bueno” siendo la razón de ello que ese día fue intermediario entre los dos lados opuestos y apartó
la discordia. Dijo a un lado “bueno”, y al otro lado le dijo “bueno” y reconcilió a los dos. De ahí que encontramos escrito a su respecto dos veces: “Y dijo”.
Vinculado con ese día es el secreto del nombre de cuatro letras grabadas e inscriptas, que pueden ser doce (mediante intercambios) que corresponden a las

cuatro imágenes sobre los cuatro lados inscriptas en el trono sagrado.

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