Rompe los idolos
Nuestro trabajo es imaginar precisamente, qué es la fuerza superior. Y tendremos que hacer muchos discernimientos en este camino.
Al principio, la persona se imagina la fuerza superior como una multitud de diferentes fuerzas, imágenes santas, y deificaciones de diferentes fenómenos naturales, que descubre a su alrededor.
La persona les atribuye cualidades humanas a ellas porque es el único ejemplo que tiene, y dota a las diferentes imágenes con poder divino, esto se llama adoración de ídolos. Esa es una etapa importante de nuestro desarrollo, ya que existimos en nuestro deseo egoísta, con una percepción invertida de la realidad, de la sensación y del análisis. De esta manera examinamos las cualidades superiores hasta el punto en el que alcanzamos la correcta percepción.
Un ejemplo de ello es nuestro antepasado Abraham, que fue inicialmente vendedor de ídolos. De hecho, su historia nos cuenta acerca de nosotros mismos. Todos nosotros comenzamos nuestro camino adorando a las diferentes fuerzas de la naturaleza y considerando si ellas son buenas o malas, o parcialmente buenas y malas. Se las atribuimos a ciertas personas, a nuestro entorno, al destino ciego, o a variados incidentes.
Todos nuestros ciclos de vida están llenos de estos discernimientos, hasta que, el punto en el corazón despierta en nosotros. Pero incluso, aun teniéndolo, todavía tenemos que discernir numerosas definiciones que nos llevan más cerca de nuestra primera percepción de la espiritualidad. Todavía no sé cuál es la realidad espiritual o quién es el Creador. Pero en nuestro camino a este discernimiento, somos propensos a la influencia del entorno, que puede voltearnos hacia otro lado, engañarnos o confundirnos, debido a que no sentimos aun al Creador, y no podemos aferrarnos a Él.
Finalmente, llegamos a un estado en el que todos nuestros múltiples ascensos, descensos, y confusiones de alguna manera se resuelven, se acumulan y se combinan y podemos dividir la realidad en dos partes: yo, aquel que siente, y aquello que yo siento. ¡No existe nada más que esto! Pero siento como si yo existiera, ya sea el egoísmo y la recepción, o en el otorgamiento, no hay tercera opción. Al existir en el egoísmo, me relaciono con todo sólo para mí y mi mundo, y esto define mi estado. Pero si existo en el atributo de otorgamiento, este me llena con algo que se llama el Creador (Bo-Re), “Ven y ve”.
Constantemente realizo aclaraciones entre estas dos cualidades. Finalmente, llego a la conclusión de que todo viene del Creador, quien juega conmigo, ya sea al ocultarse a Si mismo o al darme ejercicios para que construya en mí definiciones más finas y más precisas de quién es Él. En esencia, esto constituye todo nuestro trabajo.
Michael Laitman
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