El tiempo es tan amargo como Maror



Al principio, el camino espiritual se ve bueno, atractivo, seductor, parece prometer todo tipo de logros y revelaciones. Pero luego, empezamos entender que tenemos que pagar por todo, que requiere que logremos equivalencia de forma con el grado espiritual. 

El camino se vuelve más difícil, ya no tan atractivo, incluso es repulsivo, confuso, humillante. Ese es el momento simbolizado por Maror (hierba amarga). 

De hecho, no es fácil cruzarlo, porque es como buscar la meta en total oscuridad, pasar por gran cantidad de senderos peligrosos, puentes estrechos, hasta subir a la montaña del palacio del Rey. Llegar ahí parece tan difícil como disparar a una pequeña moneda desde una gran distancia. Necesitamos agudizar nuestros sentidos, acostumbrarnos al nuevo estado, elevarnos por encima de la razón a un nuevo tipo de sensación. 

Necesitamos aumentar la importancia de la meta y del Creador. De lo contrario, la meta espiritual pierde relevancia en nuestro deseo egoísta. Vemos que muchos de nuestros amigos abandonan el camino porque no pueden crecer ni desarrollar la sensación de importancia del camino espiritual en su interior, por encima de la oscuridad y las dificultades. “Y sólo los héroes”, como escribe Baal HaSulam, lograrán el objetivo, por falta de opción y gracias a la garantía mutua. 

Este es el período de Maror (hierba amarga). Sólo aquellos que se han establecido correctamente desarrollarán en su interior este nuevo sistema llamado fe, empezarán a trabajar en otorgamiento, se desconectarán de su ego y saldrán del exilio a la tierra que emana leche y miel. * Debemos complementar unos a otros como partes de un alma. Así, mi trabajo con los amigos es para que me sienta responsable de su conexión y llevarlos a la adhesión con el Creador, para darle contento. Debería tratarlos como si fueran el Creador, como si el Creador los necesitara, no yo. ** 

Nuestro trabajo es en contra del deseo de recibir, que necesita ser invertido, para convertirse en el deseo de otorgar. Necesitamos revelar la maldad del ego, “masticarlo” como Maror hasta sentir su amargura, porque se interpone en nuestro camino hacia la adhesión con el Creador. Todos los gustos placenteros y deliciosos para nuestro ego, que eran más dulces que la miel, se convierten en una horrible amargura imposible de tolerar. 

Empezamos a odiar todo lo que nos da satisfacción dulce y egoísta, estamos dispuestos a sentir la amargura que nos ayude a escapar. Escapar es lo único que podemos hacer. Encontramos esta amargura en el trabajo que hacemos en Egipto; queremos obtener otorgamiento y no podemos. No podemos convertir esa amargura en dulzura, en bondad, para sentir dulce el otorgamiento. Aunque sentimos amargura al recibir, como está escrito: “Y los hijos de Israel suspiraron por el trabajo”. 

Sin embargo, el otorgamiento se vuelve dulce hasta salir de Egipto, después de haber recibido la Torá y la corrección de Bina, cuarenta años en el desierto. Y, nuestro trabajo principal en Egipto es masticar la hierba amarga, el Maror. Hasta que la hayamos masticado por completo, no saldremos de Egipto. ***

Rav Michael Laitman

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sháar Habitajón (El Pórtico de la Confianza)

El ser humano debe asemejarse a su Creador

“El significado de la historia de Jonás leída en Yom Kippur”